Otto, el artífice del motor de cuatro tiempos, dijo en 1899 que la propulsión eléctrica es algo muy grande que un día seguramente acompañará a su invento. Ahora, parece ser, haya llegado la hora.
Es el séptimo intento de introducir el vehículo eléctrico en la movilidad individual y colectiva, y producirlo en serie. Puede ser el intento definitivo, 132 años después de que se había presentado el primer triciclo eléctrico de Gustave Trouvé en la Feria de la Electricidad en París.
La primera tentativa de introducir el vehículo eléctrico fue en paralelo a la evolución del automóvil con motor de bencina, todos los conceptos partieron de cero: el vapor, el gas, la electricidad y aquella mezcla repugnante, que solo se podía adquirir en farmacias, y que más tarde se llamaría gasolina. Y que en aquellos años fue un producto de deshecho.
En 1893 el francés Charles Jeantaud creó su empresa automovilística exclusivamente dedicada a la producción de vehículos eléctricos. En América se modernizaron los taxis de Nueva York con una flota de modelos de estas características, Porsche revolucionaba en 1899 los automóviles Lohner con su motor eléctrico en el buje de la rueda, el Automóvil Club de Francia ya organizaba salones y rallyes, pero también concursos de taxis eléctricos en ciudades como París.
En América circularon en 1912 más de 35.000 vehículos de propulsión eléctrica, además, este tipo de vehículo fue utilizado mucho por las mujeres, era silencioso y fácil de manejar. Thomas Edison apoyaba a esta industria, junto con su gran amigo Henry Ford, que pretendia construir un coche eléctrico de fomra masiva, pero que fue persuadido por las fuerzas económicas de entonces de optar por los coches de bencina. El petróleo era un producto muy barato y fácil de extraer, prometía mucho más ganancia inmediata que la electricidad.
El segundo intento data de los años veinte, cuando se vendieron flotas enteras de vehículos industriales eléctricos. Fue un buen negocio para algunas empresas que vendieron de golpe de entre 20 a 80 unidades con cada cliente. En Alemania había camiones de hasta cinco toneladas de carga útil con tracción eléctrica, pero la mayoría fueron furgonetas o triciclos, como los que utilizaba el correo suizo.
En la Segunda Guerra Mundial los alemanes, ocupando diferentes países europeos, prohibieron el uso de la gasolina para particulares; las empresas transformaron sus vehículos; Peugeot desarrolló su primer coche eléctrico de ciudad. También en España se transformaron muchos vehículos en versiones eléctricas por falta de petróleo.
Tras la guerra, el cuarto intento se concentró nuevamente en los vehículos industriales eléctricos, tan silenciosos para el reparto nocturno. Pero tras la escasez de la guerra se preferían coches grandes y potentes, que chuparon mucho petróleo.
A finales de los años sesenta el gran aumento de la polución, el agujero en la capa de ozono y las ciudades asfixiadas en el tráfico fueron los temas preocupantes, situación optima para dar un nuevo impulso al vehículo eléctrico. Los grandes consorcios americanos experimentaron con nuevas baterías, motores de diferente índole y con la pila de combustible. Los políticos hablaron de ayudas multimillonarias al sector.
Pero solo al principio de los años noventa, con vista al nuevo milenio, se volvieron a dar empujes al sector del vehículo eléctrico. General Motors creó su deportivo EV1, de excelentes prestaciones, los políticos hablaron de introducir grandes cantidades de vehículos eléctricos por ley. En Suiza participaron todo tipo de vehículos en el rallye internacional Tour de Sol, se instalaron postes de recarga funcionando con energía solar, se dieron la vuelta al mundo en un coche eléctrico-solar. Grandes acontecimientos, pero aplacados por la era Bush, que con su política hoy día muy criticada afianzaba el monopolio de las compañías de petróleo.
Actualmente somos más conscientes y percibimos que tal como están las cosas no podemos continuar sin aceptar cambios. Los recursos del petróleo están limitados y la demanda crece sin tregua – países como China, la India y Brasil necesitan todo el petróleo disponible para su desarrollo. Esto encarecerá la gasolina hacía cifras inimaginables. Además, las ciudades se cierran para el tráfico contaminante, se limitarán al máximo la velocidad permitida.
En el reprís el coche eléctrico es imbatible, ya que tiene todo su par motor disponible desde el arranque. Finalmente encuentra su gran oportunidad para ser fabricado en grandes cantidades, lo que reducirá su precio final. El monopolio del petróleo es cosa del pasado, el futuro es ofrecer vehículos de diferentes propulsiones, que el cliente elija el que más le convenga.