España ya no está en los “top ten” europeos en venta de vehículos eléctricos. Pero no sólo esto, sino se sitúa a años luces de otros países. Aquí, en 2014, se han vendido 1.405 unidades, frente a las 13.118 en Alemania, las 15.361 en el Reino Unido y las 19.767 unidades en Noruega. Nuevamente no hemos hecho los deberes.
España ha pecado, por lo que va a ser difícil aumentar las cuotas si no hay cambios sustanciales. La venta de vehículos eléctricos sin duda tiene un aspecto medioambiental, la gente quiere comprarse estos automóviles recargándoles con energías renovables, si no, no tiene mucho sentido.
En este campo, antes un sector estrella en España, hemos pecado mucho, demasiado. Si no se dan estas perspectivas, no se venden los coches eléctricos. En España hemos cortado todos los negocios con la energía renovable, los políticos se han esforzado en anular los avances en favor de una completa dependencia de las grandes compañías eléctricas. No es cosa que extraña, sabiendo que en este sector se esconden todos los políticos “retirados”. Las desorbitadas facturas de la luz, difíciles de entender y siempre variando, no dan una seguridad para que también dejas que la energía de tu automóvil dependa de ello.
Elegir a un automóvil eléctrico ya no es cuestión de su precio ni su relativamente reducida autonomía, más bien es el ambiente que rodea la electricidad en España que impide una decisión a su favor. En Alemania, por ejemplo, pueblos enteros tienen placas fotovoltaicas en sus tejados, produciendo gran parte de la energía eléctrica que necesitan con estas placas. En un ambiente de estas características es mucho más fácil interesarse por la compra de un coche eléctrico. Además, estas casas no suelen tener acumuladores, introducen la corriente producida en la red; y el coche eléctrico con sus baterías puede apoyar en horas punta en el suministro de la energía necesaria de casa.
Todo cobra sentido. Si aparte también se cuenta con más estaciones de recarga, tanto rápida como lenta, con aparcamientos reservados y con una administración a favor de estos vehículos, las cosas cambian.
Un buen ejemplo de cómo hay que hacer las cosas lo da el Reino Unido. Hace algunos años todo su sector de los automóviles se hundió, vendiéndose sus carismáticas marcas de coches a fabricantes de fuera. Pero los ingleses han optado por crear nuevas empresas de alta tecnología medioambiental… y ya están de vuelta y uno de los países más avanzado y más respetado en tecnologías para vehículos eléctricos, creando marcas y consorcios de infraestructuras y componentes, con una facturación anual que no para de subir.
¿Dónde están nuestras empresas de este sector? Hace algunos años fuimos pioneros en algunos sectores, por ejemplo produjimos las mejores placas fotovoltaicas del mercado, pero por una mala y egoísta política todo se ha ido al traste.
Otra razón para no comprar un coche eléctrico son las informaciones sobre las previstas mejoras de las baterías y por lo tanto en la autonomía de los vehículos. Los avances son grandes, las perspectivas del futuro alentadores, pero llevar constantemente las grandes novedades a la producción en serie es un paso inmenso, que necesita su tiempo y su inversión. El esperar aún más tiempo no tiene mucho sentido, siempre habrá cosas mejores en el futuro.
La pregunta entonces es: ¿Cuándo damos pues el salto al transporte del futuro? Viendo las cifras de venta en Europa, 97.791 unidades si incluimos los países EFTA (Noruega, Suiza e Islandia), se ve claramente que el vehículo eléctrico sale de ser marginal, y ya se puede hablar de negocios interesantes para el futuro. Además, la venta de vehículos eléctricos ya es imparable, con un gran futuro por delante, siempre y cuando también reaccionan bien los entes suministradores de la energía.
A pesar de que el petróleo sigue dominando actualmente, irá en declive, ya que medioambientalmente es inconcebible. Hacer más daño que beneficio a la Madre Tierra nunca debe ser nuestro propósito.
Es cierto que mucha gente no querrá verlo, ya que quiere que todo siga igual como siempre, no quiere cambios de ninguna manera. Más vale lo conocido que lo incierto. Pero no hacer cambios será imposible, siempre tiene que haberlos, la humanidad avanza, el ser humano cambia. Hay que vencer el miedo ante los cambios, hay que estar abierto hacía nuevas ideas, nuevas políticas, nuevos conceptos. Vivir en el miedo nunca ayuda a avanzar. ¡Y avanzar es fundamental!