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Rauch & Lang
03 Mayo 2013
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Rauch & Lang de Cleveland (Ohio) fue uno de los mayores productores de vehículos eléctricos desde 1905, y uno de los pocos que en los años veinte todavía vendía sus productos.

El alemán Jacob Rauch emigró en 1849 a Estados Unidos, como tantos otros europeos, para buscar fortuna en el nuevo continente. Empezó con la fabricación de carruajes en 1853. Una década después murió en batalla y la empresa se quedó en manos de su hijo Charles. Este se unió en 1884 con Charles E.J. Lang y juntos llegaron a ser el más importante fabricante de carruajes en Cleveland.

Su contacto con la neoyorquina marca Buffalo, fabricante de vehículos eléctricos, culminó con la compra de su distribuidor de Cleveland en 1903. Este contacto introdujo a Rauch & Lang en este negocio, ofreciendo dos años más tarde su propia gama de vehículos eléctricos. Su auge fue descomunal. En 1905 se terminaron los primeros 50 vehículos, equipados con motor eléctrico de la marca Hertner. Dos años más tarde compraron esta fábrica de motores eléctricos manteniendo su antiguo dueño, John Hertner, de director técnico.

En 1908 lograron vender más de 500 unidades de su gama de vehículos eléctricos, que iba desde el pequeño dos plazas a sedanes grandes de hasta seis asientos. Pero todavía no lograban cumplir con la gran demanda debido a la falta de capacidad de producción. Con los más de 20 agentes de venta que actuaban en las grandes ciudades americanas, Rauch & Lang hubiera podido vender muchas más unidades. Conscientes de ello, los responsables buscaron soluciones febrilmente para poder ampliar su producción.

La empresa ofreció una amplia gama de modelos, con carrocerías de Runabout, Stanhope y Victoria como automóviles más pequeños, y Surrey, Brougham y Landaulette en la categoría de lujo. Desde el principio cuidaron al máximo la calidad de sus productos, recalcando en su publicidad la exclusiva utilización de los mejores materiales para poder garantizar una vida útil muy larga a sus vehículos.

Larga experiencia en la producción artesana de máxima calidad
Los 56 años de experiencia en la producción de carruajes sirvieron para ofrecer algo duradero, cómodo y muy elegante. Cada carrocería era producto del trabajo de un único artesano de Rauch & Lang, que sellaba con su firma el coche terminado. Esta misma persona se encargaba de todos los detalles de la carrocería, los elegantes interiores satinados, los colores, los cómodos asientos, etc. Lógicamente tal perfección costaba lo suyo: los Rauch & Lang eran considerados los mejores pero también los vehículos eléctricos más caros en su época.

Rauch & Lang creó su propio bastidor de acero prensado en frío. Su sistema permitía al cliente cambiar de carrocería sin la necesidad de tener otro coche, es decir, se podía montar una carrocería abierta para el verano, y otra cerrada para el invierno, ambas sobre el mismo bastidor. Los ejes fueron realizados en acero niquelado reforzado y para las ruedas se emplearon rodamientos de rodillos Timken por su probaba resistencia. Dos fuertes cadenas laterales transmitían la potencia al eje trasero.

Desde la compra de la fábrica de motores Hertner, la empresa comenzó a desarrollar sus propios propulsores multipolares. Las baterías de la marca Exide, las más modernas de su época, se ubicaron repartidas sobre los ejes y conectadas en serie, equilibrando el peso del vehículo. La empresa hablaba de una autonomía de hasta 110 kilómetros. Las baterías se podían recargar a través de un enchufe doméstico de corriente continua, pero también a través de un rectificador con corriente alterna disponible en garajes especializados.

En su catálogo de 1909, Rauch & Lang hizo hincapié en que el manejo de sus vehículos era muy sencillo; mientras que la mano derecha manejaba la dirección con una palanca (que se plegaba al entrar y salir), la mano izquierda empujaba otra palanca más pequeña hacia delante para acelerar, y bruscamente hacia atrás si se quería frenar. Con el dedo gordo se pulsaba un botón que avisaba a los peatones de la llegada de un vehículo eléctrico mediante un timbrazo. Los modelos de mayor tamaño se manejaban ya con volante.

En 1915 Rauch & Lang se unió con otro de los grandes productores de vehículos eléctricos, la empresa Baker, para formar la Baker Rauch & Lang. Juntos se enfrentaron a nuevos retos, ya que la venta de los coches eléctricos había sufrido una gran bajada ante la cada vez mayor aceptación de los automóviles con motor de combustión. Pero aun así en 1919 el consorcio logró vender más de 700 unidades.

Todos estos modelos de la posguerra fueron igualmente muy cuidados en su terminación, con muchos detalles artesanos en sus interiores y pintados en atractivos colores – en fin, como dijo la publicidad, fueron automóviles ideales para mujeres y sus hijos, por seguridad, silencio y fácil manejo. Mientras que los hombres, que se autodenominaron sportmen, prefirieron automóviles más complicados, más ruidosos y sobre todo más rápidos.

No todo es electricidad
El consorcio compró en 1916 la empresa R.M. Owen & Co con el fin de fabricar el singular Owen Magnetic, un automóvil que utilizó una patentada transmisión con embrague electro-magnético que, gracias a su finísima regulación, permitía mantener el giro motor siempre en el régimen más favorable, lo que daba la sensación de contar con mil velocidades. Todos los Owen Magnetic recibieron entonces una carrocería procedente de Rauch & Lang.

La I Guerra Mundial (1914-1918) obligó a la compañía a producir tractores y camiones eléctricos para el ejército, además de material para manejar bombas.

El departamento de vehículos eléctricos de Baker Rauch & Lang fue vendido en 1920 a la marca Stevens-Duryea (ésta completamente restructurada tras sus problemas financieros de años anteriores), que se quería dedicar entonces a producir automóviles eléctricos en su propia planta en Chicopee Falls. La nueva gama de productos, denominada entonces Raulang, incluía una versión de taxi, dejando en este caso elegir al cliente entre un motor eléctrico o uno de combustión.

A mediados de los años veinte, ya con solo un modelo en la oferta, la empresa dio otro giro al ofrecer un automóvil híbrido que combinaba un motor de gasolina Willys Knight con una transmisión eléctrica de General Electric. Llamó bastante la atención, pues combinaba las ventajas de ambos conceptos, pero no obtuvo el éxito deseado.

Las últimas tres unidades fueron desarrolladas en 1929 sobre la base de un Stearns-Knight, producidas expresamente para el Coronel E.H.R. Green, un multimillonario que había invertido en la empresa para tal finalidad. Pero el crack de Wall Street en 1929 dio al traste con la idea.

Baker Rauch & Lang mantuvo su fábrica en Cleveland, donde empezó a montar carrocerías para automóviles de las marcas Dodge y Lincoln. En su otra planta de Chicopee Falls se dedicó a reparar todo tipo de vehículos industriales, subalquilando una parte de la planta a la empresa Moth Aircraft, productora de una avioneta denominada Gypsy.

La Baker Rauch & Lang Industrial Truck División continuó con la producción de grúas pequeñas montadas sobre camiones (que funcionaban con motores eléctricos), y grúas completas de mayor tamaño. Más tarde se produjeron distintas carrocerías para diferentes modelos Ford, tanto comunes como versiones especiales. A finales de los años treinta la empresa se dedicó a  producir una serie de Woodies, modelos tipo ranchero con carrocerías parcialmente hechas de madera.

Durante los años cuarenta la empresa volvió a la fabricación de camiones, tanto con motores eléctricos como con gasolina, y vehículos militares con ambos tipos de propulsión, para ampliar más tarde su gama con carretillas elevadoras eléctricas. En 1975 Baker-Raulang fue vendida a la empresa Linde (ésta multinacional de origen alemán), uno de los mayores fabricantes de carretillas elevadoras eléctricas, que continuó utilizando la planta de Cleveland para su producción. 

Este reportaje fue publicado en primicia en el portal de los coches clásicos www.escuderia.com en febrero de este año.
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